martes, 25 de noviembre de 2014

PABELLÓN 6: "EL BUSCÓN" DE QUEVEDO


El pasado viernes día 21 de octubre fuimos todos los grupos de 4º ESO de ARRIGORRIAGA BHI al teatro a ver “El Buscón” de Quevedo. El actor José Luis Esteban de la compañía de teatro El Temple fue el encargado de dar vida a este pícaro personaje. La dirección corría a cargo de Ramón Barea (Premio Nacional de Teatro 2013). El espectáculo tuvo lugar en PABELLÓN 6.

¿Qué es PABELLÓN 6? Nadie mejor que el propio Barea para explicar el origen de este espacio escénico:


Algunos de los miembros de Bederatzien bloga pudieron hacerse una foto con este actor, autor, director teatral y realizador cinematográfico, y como él mismo reconoce “Autodidacta (Por necesidad. Hubiera preferido tener maestros)”.



Pero, volvamos a la obra de Quevedo. La compañía del Temple ha adaptado la novela de este autor para llevarla al escenario en un magistral monólogo interpretado por José Luis Esteban. En el siguiente dossier se puede leer la información sobre la obra, el actor y la compañía.


J. L. Esteban, desde el primer momento, llena el escenario con su sola presencia. El pícaro Don Pablos se mueve en un decorado simple. Tan solo un armario "multivalente", unas perchas y unas cajas de madera ¿Para qué más? El armario se convierte por arte de magia en hogar familiar, en una casa noble - donde fue a trabajar Pablillo para su amigo Don Diego -, en la escuela lúgubre del licenciado Cabra (Beeeeeeeee), en una venta, en la casa de los verdugos, uno de ellos su tío, mientras comen suculentos trozos de carne humana recién troceada, e, incluso, en una horca. Las perchas sirven tan pronto de capa como de espada. Las cajas en pupitres, mesa, cama… Aún más, el pícaro nos va llevando en sus andanzas de provincia en provincia (Segovia, Ávila, Madrid, Toledo, Sevilla) a un ritmo vertiginoso, con una verborrea imparable que se recrea en los juegos de palabras, en los dobles sentidos, en la ironía… Quevedo, al fin y al cabo.  

El actor-pícaro se metió a los espectadores en el bolsillo, y pidió la colaboración de varios de ellos que se trasformaron en sus rufianes compañeros de andanzas.

Después de ver la obra, disfrutamos de un poco de tiempo libre antes de regresar a Arrigorriaga (bueno, vale, yo me quedé en tierra, pero por algo soy de Bilbao).




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